DESDE MUY LEJOS
Desde lejos
desde muy lejos,
y a escondidas...
la admiraba;
máxime cuando ante Dios
se arrodillaba y se postraba.
Mis ojos un hontar de lagrimas
sobre mis mejillas derramaban.
Cuando sus manos elevadas
y sus ojos negros mirando las estrellas
y su Creador en asuras pidiendo al Señor
para todo el mundo lo mejor
olvidándose de ella.
Sus nocturnos Salmos y su candor y sufí melancolía
iluminaban las paredes de alcoba muy temprano
cuando despertaba el día.
Su alma,
su alma Virgen a todo su cuerpo cubría
las babuchas y chilaba, el suelo y el Cielo la bendecía
por donde pasaban.
Al entrar a la Medina para ir a rezar
un extraño resplandor como Luz Mariana
la acompañaba hasta la puerta de la Gran Mezquita
cada noche y cada mañana...